UNA VEZ MÁS LA CLIMATOLOGÍA DE ESTE DURO INVIERNO NOS
HA HECHO MODIFICAR LA RUTA PREVISTA. EN EL CALENDARIO ESTABA PROGRAMADA LA
ASCENSIÓN A “PEÑA HOGUERA”, EN MARAÑA, PUEBLO CUBIERTO POR UNA CAPA
CONSIDERABLE DE NIEVE COMO OTROS MUCHOS DEL NORTE DE LA PROVINCIA.
(NOTA:
Pinchando sobre las fotos pueden verse con la calidad original)
DECIDIMOS ENTONCES IRNOS UN POCO MÁS HACIA EL
SUROESTE Y HACER UNA RUTA SENCILLA Y CONOCIDA COMO ES LA DEL VALLE DE SAN FACUNDO
Y MATAVENERO. AUNQUE LA PREVISIÓN TAMPOCO ERA NADA BUENA, NO PEOR QUE HACIA EL
NORTE.
Salimos lloviendo de León y nos encontramos con nieve en el alto del
Manzanal. Con precaución pasamos éste y llegamos a Torre del Bierzo en el que
paramos a tomar un café.
Por estrechas carreteras llegamos minutos más tarde a San Facundo en el
que nos preparamos bajo la incesante lluvia. Salimos por un ancho camino
paralelo al río Real y entre algunos castaños de gran grosor. Cruzamos un
puente de hormigón y abandonamos el camino hacia un estrecho sendero marcado y
que subía entre arbustos y escobas. Fuimos cogiendo una considerable altura
sobre el río situándonos poco más tarde por encima de la presa que hay en su
cauce.
Nos sacamos algunas fotos y
retomamos la marcha descendiendo de nuevo hasta la misma margen del río por
tramos rocosos. En algunos lugares fuimos encontrando símbolos del grupo
ecologista que se asienta en Matavenero. Así llegamos al segundo puente, éste
de troncos, por el que cruzamos a la margen contraria para comenzar a subir una
vez más entre arboleda y matorral. En este tramo dejamos atrás la bifurcación a
Poibueno por la que luego regresaríamos. El sol brilló unos instantes antes de volver a cerrarse por completo.
En una de
las vaguadas del valle encontramos un enorme castaño al que nos encaramamos
para sacar unas fotos. Por allí recogimos algunos frutos que aún se conservaban
entra la hojarasca.
Con el pueblo ya cercano nos encontramos un curioso tronco caído en el
sendero formando un puente sobre él. Un fuerte repecho más nos llevó a la
entrada de Matavenero mientras descargaba un gran aguacero. Cruzamos por entre
sus casas reconstruidas y entramos en la cantina dónde reunían varios jóvenes y
algunos niños. Con ellos charlamos un rato antes de retomar la marcha hacia
Poibueno.
Seguía lloviendo y buscamos un lugar donde comer. En el medio de una
campa vimos una curiosa construcción en forma de carpa a la que se podía
acceder, aunque no habíamos pedido permiso y optamos por no entrar. Vimos no
lejos una casa con porche y a ella nos encaminamos. La joven que la habitaba
nos cedió amablemente este cobijo para comer al resguardo de la lluvia
incesante.
Tras un rato allí metidos reiniciamos la ruta por el sendero que bajaba
ahora hacia Poibueno, a la vera del río. Otro puente de troncos nos metió en
dicho despoblado en el que pueden verse aún las ruinas de una gran iglesia y de
numerosas viviendas más.
Unos minutos más tarde salíamos por otra senda empedrada ya de regreso
hacia San Facundo. Fue entonces cuando la lluvia se convirtió en granizo y
escuchamos algunos truenos por encima de nosotros. Un tramo más adelante se
emplaza el Pozo de las Ollas, un bonito rincón en el que el río se precipita en
varios saltos sobre las pozas. Nos desviamos unos metros para verlo y enseguida
volvimos al sendero principal que trazaba vaivenes sobre el cañón. En lo alto
vimos algunas casas de Matavenero con los tejados blancos del granizo.
Nos situamos mas tarde a la
vera del río y cruzamos otro puente similar al segundo que habíamos pasado
anteriormente. El sendero atravesó algunos pedreros por encima de los cuales
iría el camino de ida. Dejamos atrás algunas zonas de paredes rocosas antes de
cerrar el lazo en el punto de la bifurcación hacia ambos pueblos. Por el
sendero llegamos al puente de troncos y dejamos de nuevo atrás y por debajo la
presa. Ahora vimos en el cauce también la piscifactoría instalada aguas abajo
de dicha presa.
Tras
enlazar después con el ancho camino y recorrer el último tramo, entramos en San
Facundo mientras comenzaba a nevar copiosamente.
Nos cambiamos bajo un viejo soportal y emprendimos el viaje de regreso
con la nieve como acompañante. Durante el trayecto fue cesando a ratos. En el
puerto vimos numerosas quitanieves despejando la carretera. Así llegamos a la
altura de Astorga a la que decidimos entrar. Tras aparcar en el centro,
entramos a una cafetería en la que nos dimos el gusto de tomar un chocolate
calentito con churros.
Nevaba cuando salimos de Astorga ya anochecido. Camino de la capital
cesó por completo y así terminamos el viaje en León a última hora de la
tarde-noche.
Al mal tiempo, buena cara. Es
lo que hay que ir haciendo este año. Si no se puede lo programado habrá que
sustituirlo por otras rutas alternativas. A ver si a partir de ahora tenemos
mejor suerte en ese sentido.
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