EL NOMBRE DE "LA DEGOLLADA" VIENE, SEGÚN LA LEYENDA, DE UN SUCESO ACAECIDO CUANDO UN CACIQUE DEL PUEBLO, CASADO CON UNA BELLA DAMA, ENCONTRÓ A ÉSTA CORTEJANDO CON UN JOVEN EN DICHA BRAÑA. PRESO DE LA IRA, DEGOLLÓ A LA ESPOSA ALLÍ MISMO.
En el trayecto de ida, la lluvia se convirtió en nieve en el puerto de La Magdalena.
La ruta comienza en Palacios del Sil, saliendo por la carretera de Salientes y abandonando ésta para cruzar la vía férrea por un paso subterráneo. En un aparcamiento cercano al cementerio dejamos los coches mientras llovía con ganas. Tras un tramo por asfalto, nos metimos enseguida en un camino paralelo al río Sil y ganando altura suavemente.
Después de un rato por el camino cogimos un ramal a la derecha que volvía con la misma dirección que traíamos y por encima del anterior. Éste nos llevó a un antiguo cargadero de mineral desde el cual tuvimos una panorámica del pueblo. Por este camino enlazamos a otro más alto por el que también se puede salir y que nace en la carretera de Salientes algo más arriba del que cogimos.
Entre arboleda fuimos subiendo encontrándonos con varias tapias de piedras que delimitaban algunas fincas. Eran numerosos los castaños en aquel primer tramo y aún encontramos sus frutos comestibles entre las hojas caídas.
Poco a poco fuimos abandonando el valle principal hacia otro secundario en el que cruzamos algunos pedreros de gran envergadura. Subimos algunos tramos de fuerte pendiente mientras la lluvia se convertía en copos de nieve.
Así llegamos a la Braña de La Degollada tras algo más de dos horas y media y unos 5 Km recorridos.
Nos dimos un paseo por el poblado encontrando varias casas restauradas y otras en proceso. Al lado de una de ellas vimos un curioso totem de madera. En una pequeña campa había también una fuente con pilón y desde el final de este emplazamiento se puede ver el pueblo de Cuevas del Sil.
Tras visitar este rincón volvimos a la entrada dónde había un pequeño refugio circular en el que nos acomodamos para comer. Y de postre... torrijas, que estamos en el tiempo.
Tras comer en el refugio tranquilamente mientras se escapaba la nieve, retomamos el regreso por el mismo camino de ida. En este trayecto vimos el sol por primera vez en el día, aunque solo unos pequeños ratos.
Al llegar al encuentro con el ramal de ida decidimos seguir de frente por el otro camino. Tuvimos una amplia y bonita vista del valle y Palacios en él.
Llegamos así a un gran pedrero que bajaba hacia el camino por el que habíamos salido por la mañana y nos echamos por él abajo aflorando en nosotros el instinto caprino. Por éste salimos en pocos minutos a la carretera del cementerio por la que llegamos poco después a los coches. En esos momentos diluviaba de nuevo.
Para poder cambiarnos a gusto, metimos las culeras de los dos coches en el túnel bajo la vía y así evitamos mojarnos. Una vez cómodos nos pusimos en marcha atravesando el bonito puente medieval sobre el Sil.
Decidimos volver por Babia y nos detuvimos en San Félix de Arce. Allí tomamos un café y algunos compraron embutidos en la fábrica del pueblo. Según avanzábamos se abrían más claros en el cielo. Tomamos la autopista para evitar el pantano y sin novedades llegamos a León a media tarde.
A ver si vamos pudiendo cumplir con el calendario previsto tras un invierno lleno de aplazamientos y cambios en el mismo.
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